15ª RUTA . LA MARCA MEDIA EN TIERRAS DE SORIA Y GUADALAJARA
Sábado 26 de marzo de 2022. Medinaceli. Envueltos en una espesa niebla tomábamos tierra en Medinaceli,( link) punto de origen en este libro “TRANSMIDIENDO LA MADRE GAIA: EL VIAJE A SUS ENTRAÑAS” con su primera ruta. Por tanto, mi primer ciclo como aprendiz de geomante se acababa de cerrar. Le inició un potente sol, y le cerraba una densa niebla y el agua llovida en su eterno circular.
Formaba parte de un grupo de personas de auras limpias que venían a descubrir y gozar los tesoros de Gaia, y a conocer la Historia de los lugares con el nuevo y sutil enfoque de nuestro guía, libre enfoque, documentado enfoque.
Cuatro lugares fueron mis destacables para transmedir en ese momento y que ahora os explico. Callejeando entre la niebla aparecimos junto a un impresionante cedro, que adornaba con su sola presencia toda la plaza. Su porte y su vigorosidad me hizo sospechar que estuvo concebido y plantado intencionadamente en un vórtice enrgético, nutriéndose de la fuerza de Gaia, y allí me fui a medirle: 13.500 UB. Seguro que me perdí una explicación muy interesante, pero he de renunciar a una de las partes para compartiros la experiencia.
Me gusta ir a ciegas, no conocer detalles de los lugares que visitamos, para comprobar que mi intuición es genuina, auténtica. Y en esta segunda parada pude comprobarlo. La calle vertía en una plazoleta en cuesta, por lo que hubiera sido muy fácil dejarse bajar y casi topar con un elemento vertical que había en el medio. Pero intuitivamente me fui hacia la derecha, bajando pegada a las fachadas de las casas, lo más lejos posible de él. Y no fui la única.
Algunos que sabían el significado se sonreían al observarme y me hicieron alguna broma. Y cómplices conmigo, asentíamos cuando llegó la explicación histórica. Tradicionalmente se encuentra en los pueblos castellanos el rollo, una pieza donde se castigaba e impartía justicia pública. Este rollo estaba bastante dañado, su piedra tenía cicatrices, hendiduras y distintas marcas, por lo que se deduce que fue largamente usado. Pero estos detalles los vieron nuestros ojos físicos posteriormente. Nuestro corazón y sentidos sutiles los “vieron” primero, y se alejaron del dolor, sufrimiento y bajos valores. Más tarde intenté conseguir en mi biómetro medida, pero no arrojaba ninguna, simplemente comenzó a girar en levógiro, que en mi lectura personal indica lugares con carga energética “fea”.
El plato fuerte me espera siempre donde menos espero. Vimos un bonito arco de tintes árabes y bajábamos todos la cuesta para pasar por él, cuando una veterana A.Sx., con amplio recorrido de vida y todos mis respetos, me avisó que algo veía en plano sutil. Que me acercara y resintiera, a ver qué era. Estaba en el lado izquierdo. Y obediente me acerqué, cerrando los ojos bajo el arco y dejando que mi cuerpo se expresara. Aunque le toqué primero, intuitivamente me giré, pegando mi espalda al muro. Sentía la SUCCIÓN, una fuerza tiraba de mí, de mi cintura hacia adentro a través de la piedra construida. Me llegué a arquear. Y tuve curiosidad por saber qué había físicamente al otro lado del muro, pero todos lo desconocemos. Y además, una vez traspasado el arco, en un pequeño jardincito donde desemboca, LA PRESIÓN comenzó. Tres de nosotras, E., B., y yo, compañeras en otros lares, la sentimos. Una presión en la cabeza aplastante, pesada, difícil de soportar. Y enseguida nos fuimos, -el grupo seguía ruta-, con la sensación contrastada de las 4 sensitivas, – nosotras junto a A.Sx.-, de que posiblemente ahí haya un portal, aunque no sepamos su magnitud ni su función.
Me queda el cuarto, fácil para aquellos que hayáis leído la primera ruta del libro: el Arco Romano. Hoy en día existe una restricción y uno no puede situarse bajo el arco central, el de los carrruajes, por tanto no pude transmedir totalmente, pero sí confirmé parcialmente que el vórtice sigue existiendo como hace 4 años atrás cuando le visité por primera vez y estrené mi péndulo.
Abandonábamos Medinaceli , pues la jornada del sábado prometía ser intensa en su itinerario y en sus vivencias.
CONQUEZUELA. Entre los pueblos de Miño de Medinaceli y Conquezuela se encuentra un lugar mágico, datado en la edad del bronce. Llegábamos a La Ermita de la Santa Cruz. Por el camino estuvimos sorprendidos por un zorro y corzos en libertad.
En la roca, formaciones caprichosas de arenisca ofrecen una grieta abierta junto a la que se construyó la ermita, como respuesta a la sacralización del cristianismo para ocultar los ritos paganos. En el exterior encontramos un Altar de sacrificios sospechosamente celta, muy similar a otros que conocemos en Ulaca, en Segovia ( link)o en el Escorial.(link) Me aproximé a tomarle medida y encontré unas potentes 21.000 U.B. Delante de este lugar existía hasta hace unos 50 años, una laguna de grandes dimensiones, unos 50.000 m2, que atraía la presencia de numerosa fauna y mantenía la magia del lugar. Como ya sabemos, el agua es un valioso elemento en estos lugares de poder y los antiguos lo sabían, seleccionándolos y venerando su grandeza. Lamentablemente en los últimos años la laguna ha sido desecada para convertirla en campos de cultivo, toda una torpeza a mi entender.
Cuando llegué arriba a la grieta de la madre Gaia, la energía era tan bonita, tan relajante y tan restauradora que me atrapó y me olvidé de medir, abandonándome a su influjo al tomar asiento en un banco que acertadamente han puesto en zona, y me sumí en un dulce sueño. ¡¡De nuevo me perdí las valiosas explicaciones !!
Abandonábamos el lugar y poníamos rumbo al disfrute de la gastronomía, no sin antes volver a deleitarnos con fauna en libertad, bandadas de milanos reales negros y muchos más corzos.
CASILLAS DE BERLANGA. Tras el paréntesis gastronómico, se aproximaba la visita que llevaba un par de años rondándome la cabeza: la Ermita de San Baudelio en tierras de Casillas de Berlanga. Me impactó tanto la primera vez que vi una fotografía de su interior, que estoy segura que algo despertó en mí vidas pasadas.
En el siglo XI la frontera estaba establecida aquí, en la Marca media, y otrora estaba alternando en manos musulmanas o en manos cristianas. Por entonces, sus representantes eran el conde Sancho García y el califa de Córdoba, Sulayman. Quizá por estas influencias la ermita, simple y llana por fuera, es por dentro una mezcolanza de estilos. Tiene una peculiar compartimentación del espacio arquitectónico, con una nave de planta centralizada, presidida por una enorme columna central que se abre en ocho brazos a modo de palmera. Una combinación de elementos de carácter musulmán, decoraciones románicas, escenas del antiguo y el nuevo testamento, figuras de bestiarios,…etc.
Pero fui incapaz de apreciar todo eso. Una vez en la puerta, la realidad se mudó a otro lugar, a otra realidad paralela. Pedí que me mostraran qué se hacía realmente allí hace siglos, quiénes eran instruidos y cómo iniciados,…y llegó información.
EXPERIENCIA TRANS
En ese momento, me sentí como un TEMPLARIO. Hombre. Incliné y pedí permiso para entrar en lugar sacro. Una vez concedido, entré y me mostraron el primer ritual. Comencé a girar alrededor de la palmera. Siete veces. En el sentido de las agujas del reloj, comienzas cuando entras a las 6 de la tarde y avanzas hasta las 12, y luego continúas hasta las 6: ya has hecho la primera vuelta. Y de nuevo, haces la segunda vuelta…El custodio del lugar no se percató de mis cuatro primeras vueltas, pero a la quinta, se alertó. ¿ Qué hacía esta mujer ? debió pensar,…pero me permitió. A la sexta, empecé a marearme un poco y a tropezar. Y la séptima la alcancé por fin, un tanto traspuesta, entrando en un estado alterado de conciencia.
El tiempo apremiaba, pues entrabamos en grupos de 8 personas y las siguientes estaban a la espera fuera bajo la lluvia. Me quedaban unos minutos…Y me mostraron dónde se haría la segunda parte del ritual y la tercera. Y directamente fui a la cuarta zona y última parte del ritual, situándome donde el ritual iniciático templario terminaría. Era la cueva.
Un cartel de NO PASAR puesto sobre el alto escalón de entrada fue el sitio donde me senté. En mi estado, era conveniente dejar algún miembro fuera, por lo que mis piernas quedaron en el exterior ancladas a tierra. No así mi espalda y mi cabeza, que se sumieron en una energía hipnótica ya dentro de la cueva. Aquí se traspasan las membranas del espacio y el tiempo, y la medida rebasa las 33.000 UB máximas de mi biómetro. Una pasada¡¡
Era turno para el siguiente grupo, y a mi pesar, tuve que abandonar su interior. En la cueva me hubiera quedado días. Pero quedaba otra experiencia en exteriores. Resentimos intencionadamente los exteriores tres de nosotros con nuestras distintas herramientas radiestésicas: un biómetro, un péndulo, y el propio brazo y mano. Buscábamos el sitio clave, el más poderoso. Y nos congratulamos de ver que coincidíamos exactamente: el punto más importante le teníamos localizado¡¡ Uno se puede equivocar, pero no tres simultáneamente. Esa sensación es muy reconfortante, maravillosa, lo que agradezco a mis compañeros radiestésicos.
La luz del día iba cayendo, y nos quedaba visitar la cuarta localización, ya en Guadalajara. Nos íbamos a adentrar en un Castro celta arévaco, ver su diseño estratégico y de defensa, su sabiduría en utilizar los recursos de la tierra, ser por un momento “celtas” mientras escalábamos al lugar. Y así lo hicimos. Las vistas son maravillosas y la salud geoambiental, de las mejores en la península. Los líquenes en los árboles eran un buen indicativo de ello.
Nos vinimos sanados y trajimos el buen sentir de estas tierras medias en nuestros corazones.